en el anillo mostrado, NO está el nombre de una persona sino del más conocido refresco de cola.
(recargado). Dios NO da su aprobación a contratos fraudulentos, entre ellos el contrato matrimonial. Bajo el primer pacto que Dios hizo con Israel, si un hombre se casaba con una mujer y hallaba que ella deliberadamente le había ocultado que no era virgen, él estaba en libertad de repudiarla. Diríamos que el matrimonio era anulado; es decir, nunca fue un matrimonio válido, obligatorio.
Cláusula # 25
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COMPARTE ESTE ARTÍCULO en tu perfil/red social::El mismo principio se aplicaría en la actualidad a un hombre que deliberadamente le ocultara sus pecados sexuales a su prometida. También puede haber otros tipos de fraude. Consideremos algunas cuestiones concernientes al fraude...El fraude es cuando una persona deliberadamente oculta un hecho que él o ella SABE que daría pie a que el posible futuro cónyuge no se case...
El divorcio y las segundas nupcias dentro de la iglesia
Los problemas matrimoniales siempre han existido. Todas las naciones, todas las culturas y todas las religiones se han enfrentado al problema de cómo encargarse de los matrimonios incompatibles. A muchos les ha parecido que la solución más fácil es simplemente permitir el divorcio y las segundas nupcias por cualquier razón. Bajo el antiguo pacto, Moisés dio instrucciones sobre el divorcio (Deuteronomio 24:1-4). Por su dureza de corazón, a los israelitas se les permitió dar carta de divorcio (Mateo 19:8), pero eso iba a cambiar para los cristianos.
Los discípulos se consternaron cuando Jesús delimitó los motivos por los que se podía dar por terminado un pacto matrimonial. Estaban tan consternados que afirmaron: "Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse" (Mateo 19:10). Sabiendo con cuánta frecuencia las parejas tenían diferencias irreconciliables, los discípulos concluyeron que sería mejor no casarse. En aquel entonces los discípulos estaban totalmente inconscientes de la tremenda ayuda que estaría disponible por medio del Espíritu Santo para sanar y restaurar todas las relaciones interpersonales.
El matrimonio: Una institución divina
Desde el principio, Dios se propuso que el matrimonio fuera una institución divina. Una vez que Adán y Eva pecaron, los frutos de los matrimonios de este mundo fueron muy a menudo diametralmente opuestos al camino de Dios. Pero Dios nos ha llamado a salir de este mundo para que no participemos de sus pecados (Apocalipsis 18:4). Los matrimonios dentro de la iglesia que Jesucristo estableció deberían ser diferentes de los matrimonios en el mundo.
Los matrimonios dentro de la Iglesia de Dios deben ser un ejemplo de la relación de Jesucristo y su prometida (la iglesia). Al casar a una pareja, los ministros de Jesucristo dejan muy en claro que "dentro de la iglesia, es Dios, no simplemente el hombre o las leyes del hombre, el que une al esposo y a la esposa en una sola carne" (Ceremonia matrimonial, IDUAI). Tal y como se les recordó a los sacerdotes en tiempos del profeta Malaquías, los verdaderos ministros son mensajeros de Dios. "Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es del Eterno de los ejércitos" (Malaquías 2:7). Dentro del contexto de este recordatorio se encuentra la declaración de Dios de que "él aborrece el repudio [divorcio]" (v. 16). Por consiguiente, es de vital importancia que todos los miembros protejan y preserven el matrimonio y al mismo tiempo reconozcan la responsabilidad que Dios les ha dado a sus ministros para enseñar la verdad de la Biblia respecto a la relación matrimonial.
Jesús les dio instrucciones a sus discípulos acerca de su responsabilidad de atar y desatar (Mateo 16:19; 18:17-19). Dios no desea que exista el estado de cosas descrito en Jueces 21:25: "En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía". Siendo el Cuerpo de Cristo, la iglesia, por medio de los dirigentes de la misma, tiene la responsabilidad de tomar decisiones para el bien de la iglesia, tal como determinar si un matrimonio irreconciliable entre creyentes está "atado" o "desatado". Esto se basa en las instrucciones que Jesús les dio a sus discípulos en Mateo 18. Pero la seriedad del matrimonio es de tal magnitud que es vital que entendamos lo raro que es que los matrimonios no estén realmente atados o indisolubles.
Los incrédulos
La declaración de creencia de la Iglesia de Dios Unida titulada "Divorcio y segundas nupcias", dice lo siguiente respecto a una de las razones por las que un creyente puede (pero no necesariamente tiene que) disolver su matrimonio: "No se consiente en vivir con su cónyuge. En el libro de 1 Corintios Pablo explica que si un incrédulo no se complace en vivir con su cónyuge y se separa, en semejante caso el cónyuge no está 'sujeto a servidumbre'. Un individuo, ya sea hombre o mujer, puede expresar su desagrado en diferentes maneras: mala conducta habitual tal como la inmoralidad (con referencia a las implicaciones de porneia), criminalidad, adicción, maltrato, abandono o irresponsabilidad en cuanto al sostenimiento del hogar (1 Timoteo 5:8). En semejantes casos puede ser apropiado que el 'creyente' inicie el proceso judicial" (p. 10).
Cuando un incrédulo no se complace en vivir con un creyente, ya sea que lo demuestre separándose literalmente del creyente o por medio de sus acciones si opta por permanecer casado, en semejante caso el creyente está libre. La iglesia, por medio de los ministros, desempeña una parte muy importante en ayudarle al creyente a discernir ese tipo de situación. Se debe animar a los miembros a consultar con su ministro para recibir aliento y ayuda en semejantes tiempos de prueba. Además, los ministros podrán informarles acerca de las dificultades que les sobrevendrán después.
Debilidad espiritual
Nadie debe suponer que al casarse con un miembro todo va a ser "dulzura". Sin lugar a dudas, también hay desacuerdos en los matrimonios entre creyentes.
Pero los desacuerdos no son motivo para disolver un matrimonio. Todos los creyentes tienen debilidades. Todos nosotros estamos creciendo en gracia y conocimiento. Cuando se casan dos creyentes, usualmente empiezan con mucho idealismo, lo cual es muy común en las parejas antes de casarse. Las parejas recién casadas también tienen un alto nivel de expectativas poco realistas. Por ejemplo, tienen expectativas idealistas sobre el amor, el sentido de compromiso y los conflictos. Cuando surgen los desacuerdos matrimoniales, y generalmente surgen, el grado de espiritualidad de cada cónyuge es puesto a prueba. Afortunadamente, la mayoría de los matrimonios perduran.
Trágicamente, algunos fracasan.
¿Por qué no perduran algunos matrimonios entre creyentes? La falta de madurez espiritual puede ser un factor. Para soportarse uno al otro y ser paciente el uno con el otro se requiere fortaleza espiritual. Cuando no se tienen o no se usan estas cualidades, no hay crecimiento en el matrimonio. Y un matrimonio estancado cae en decadencia. Un matrimonio inestable también puede ser el resultado de una fe vacilante que apaga la sabiduría que viene de Dios (Santiago 1:5-7). Sin la sabiduría de Dios, los frutos de paz, benignidad y misericordia no podrán estar presentes en el matrimonio de una persona (Santiago 3:17-18).
Los cristianos se encuentran en diversas etapas de crecimiento espiritual. El autor de Hebreos reprochó a sus lectores por tener necesidad de que se les volviera a enseñar cuáles eran "los primeros rudimentos de las palabras de Dios" en una época cuando ya deberían ser maestros (Hebreos 5:12). En los libros del Nuevo Testamento abundan los ejemplos de creyentes que tenían grandes problemas espirituales. La iglesia de Corinto parecía tener una buena porción (ver el artículo titulado "¿Qué quiso decir Pablo por incrédulo en 1 Corintios?").
Cuando el apóstol Pablo les escribió a los corintios, él abordó el tema del matrimonio en relación con las debilidades espirituales. Es evidente que los creyentes en Corinto estaban teniendo problemas matrimoniales (1 Corintios 7:5, 9, 10-11, 15, 27). A los creyentes que tenían problemas de tal magnitud que incluso optaban por separarse, Pablo les ordenó que se quedaran sin casar, o se reconciliaran (vv. 10-11). Sencillamente, el hecho de que un creyente tenga una debilidad espiritual no es motivo para disolver su matrimonio con la libertad de volverse a casar. Es decir, todos los matrimonios están "atados" a menos que se compruebe lo contrario.
La incapacidad para reconciliarse no era motivo para estar en libertad de volverse a casar. De hecho, en ninguna parte de la Biblia hallamos que alguna de las siguientes razones, por sí sola, justifique el divorcio y las segundas nupcias: problemas de personalidad y comunicación, incapacidad para resolver los conflictos, endeudamiento, gustos diferentes en lo que se refiere a las actividades recreativas, filosofías diferentes en la crianza de los hijos, insatisfacción matrimonial y sexual, antipatía hacia la familia y los amigos del cónyuge, diferencias religiosas, o filosofías contrarias en cuanto al papel que debe desempeñar cada cónyuge en la vida familiar.
Responsabilidad y obligación de dar cuenta
Las parejas que deciden casarse deben conocerse uno al otro bastante bien, antes de casarse, para poder comprender tan claramente como sea posible cómo se llevarán después de la boda. La iglesia recomienda fuertemente que consulten con los ministros. Éstos están capacitados para ayudar a que las parejas examinen aspectos específicos de la vida matrimonial. Por medio del consejo prenupcial y de pasar juntos no sólo mucho tiempo, sino también tiempo de calidad para llegar a conocerse bien, la pareja puede contribuir grandemente a la fortaleza y el éxito de su matrimonio.
Aun cuando las parejas hayan tenido un noviazgo corto, no hayan buscado consejo prenupcial o haya habido inestabilidad en sus antecedentes familiares, ninguno de estos problemas reconocidos como tales los justifica para divorciarse de su cónyuge con la libertad de casarse en segundas nupcias. El matrimonio es un compromiso para toda la vida. El no haberse preparado adecuadamente no es motivo para disolver el matrimonio en el futuro. La pareja debe cumplir con su compromiso y ser responsable por sus propias decisiones y acciones. La mayoría de las veces es muy apropiado el viejo refrán: "Nosotros tomamos la decisión y ahora tenemos que acatarla". Mejor todavía: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gálatas 6:7).
Como afirma la "Declaración de la política administrativa sobre divorcio y segundas nupcias" de la Iglesia de Dios Unida, "Si ambos cónyuges son miembros, entonces se debe usar en la sesión de consejo la admonición de Pablo en 1 Corintios 7 a las parejas casadas, específicamente 1 Corintios 7:10-11". Esos versículos describen un matrimonio irreconciliable en el cual dos creyentes no están en libertad de casarse en segundas nupcias.
"El matrimonio es una institución divina, ordenada por Dios, diseñada para ser una unión amorosa, gratificadora, continuamente enriquecedora, de toda la vida. Como tal, Pablo explicó que el matrimonio trasciende el plano humano, y es en realidad un reflejo de la relación que Cristo tiene con la iglesia (ver Efesios 5:22-23)" (Declaración de creencia titulada "Divorcio y segundas nupcias", p. 9).
Libertad para casarse en segundas nupcias
A diferencia del mundo, existen muy pocas razones por las que los creyentes pueden estar en libertad de casarse en segundas nupcias después de un divorcio. Únicamente dos razones pueden (pero no necesariamente tienen que) disolver un matrimonio en el que participan dos creyentes.
La primera razón es: "Porneia, o inmoralidad sexual. Esto incluiría en el sentido más amplio todos los casos de anormalidad sexual, entre ellos el adulterio. La implicación es un mal comportamiento sexual habitual, pero no se limita a esto" (Declaración de creencia titulada "Divorcio y segundas nupcias", p. 10). Desde luego, existen casos de abuso que pueden conducir al divorcio y a la libertad subsecuente para casarse en segundas nupcias. El mismo documento citado trata este aspecto en la sección sobre los incrédulos.
Sería muy aconsejable para cualquier miembro que tenga preguntas sobre este tema que estudie a fondo la declaración de creencia titulada "Divorcio y segundas nupcias". Pídanle a su ministro un ejemplar de este escrito.
Además de la inmoralidad sexual, el fraude es la otra razón bíblica tomada en consideración cuando se hacen juicios sobre matrimonios en los que ambos cónyuges son (y que permanecen como) miembros.
"Un matrimonio puede ser anulado o revocado si cualquiera de los cónyuges fue engañado por el otro antes de casarse" (p. 11). "Cuando se descubre que un cónyuge deliberadamente ocultó información que, de haberla sabido, habría motivado al otro cónyuge a no casarse, tenemos un caso de fraude. En términos generales, el fraude es algo sobre lo que se debe actuar en cuanto es descubierto, no muchos años después. Esencialmente, esto requeriría la anulación del matrimonio. Si cualquiera de las partes retiene deliberadamente información de importancia, un pacto, como lo es el matrimonio, no es válido, y por lo tanto puede ser anulado" (pp. 8-9).
A menos que exista inmoralidad sexual o fraude, el matrimonio entre creyentes tiene fuerza obligatoria y esos creyentes deben abstenerse de casarse en segundas nupcias. La naturaleza humana trata de hallar una salida fácil. Desde una perspectiva superficial, el camino de Dios parece difícil. Pero el camino estrecho conduce a la vida eterna y pocos son los que la hallan (Mateo 7:13-14).
Mejor es no casarse
Al escuchar la única razón válida para quedar libres de un matrimonio, los discípulos dijeron: "Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse" (Mateo 19:10). Ellos no entendían el potencial que tendrían en el futuro todos los matrimonios entre cónyuges que siguieran el ejemplo y las enseñanzas de Jesucristo.
Jesús estaba a punto de establecer el nuevo pacto. El Espíritu de Dios, el mismísimo poder que resucitó a Cristo de los muertos (Romanos 8:11), estaría disponible para realizar un milagro en las mentes de todos los que lo recibieran. Cristo en nosotros nos daría la esperanza de gloria (Colosenses 1:27).
Jesucristo moraría realmente en las mentes de todos los que se arrepintieran, fueran bautizados y lo aceptaran como su Salvador (Gálatas 2:20). Los matrimonios cristianos no necesitarían una "carta de divorcio" debido a la dureza de sus corazones. A menos que uno apagara el Espíritu Santo, los frutos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza deberían garantizar un matrimonio feliz y exitoso.
Todos nosotros, ya sea que tengamos o no problemas matrimoniales, necesitamos preguntarnos a nosotros mismos cómo trataría Jesucristo a nuestro cónyuge. ¿Le respondería en la misma manera que nosotros lo hacemos? ¿Mostraría más dominio propio que el que nosotros mostramos? ¿Sería más paciente e indulgente que lo que nosotros somos? Antes de contestar esas preguntas, recordemos que Jesús dio su vida por su prometida. Si él estuviera casado con nuestro cónyuge, haría lo mismo en un acto de servicio totalmente desinteresado.
Tal vez hace falta más de la mente de Cristo en nosotros. Y para aquellos que tienen algún tipo de problema matrimonial, ¿podemos decir que verdaderamente hemos hecho todo lo que Jesucristo haría para que nuestro matrimonio fuera un éxito? Si no lo hemos hecho, deberíamos acudir en oración ante el trono de misericordia de Dios y pedir su ayuda mediante el mismo Espíritu que estaba en Jesús (Hebreos 4:16).
Elegir a la novia
Según algunas antiguas costumbres matrimoniales, los padres hacían los arreglos matrimoniales para sus hijos y negociaban los convenios. Aunque eran considerados casados, los individuos no vivían juntos. La mujer continuaba viviendo con sus padres por un año, tiempo durante el cual ella podía poner a prueba su fidelidad a la persona que había sido elegida como su esposo. Tal costumbre puede parecernos muy extraña ¡y no estoy hablando a favor de que debamos seguirla en la actualidad! Pero pensemos acerca del paralelo espiritual de esta costumbre y lo que implica para nosotros.
Dios está eligiendo la prometida para su Hijo Jesucristo (Juan 6:44). En el tiempo del retorno de Cristo, Dios declarará: "Han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado" (Apocalipsis 19:7). ¿Cómo se habrá preparado la esposa de Cristo? Ella habrá mostrado su fidelidad por medio sus acciones justas (v. 8).
Dios el Padre nos ha elegido para convertirnos en la esposa de Cristo. Nos encontramos en ese período de transición después de haber sido elegidos pero antes de la boda misma, demostrándole a Cristo nuestra fidelidad como una pareja justa. Si nuestros matrimonios no reflejan la relación que Cristo tiene con la iglesia, ¿qué presagia eso respecto a nuestro futuro matrimonio con Cristo? ¿Permitirá Dios el Padre que se case con su Hijo alguien que no trata a su esposo o a su esposa de acuerdo con los principios divinos?
En lugar de procurar liberarse de un matrimonio problemático, concentren la atención en repararlo. Busquen una relación más íntima con Dios por medio de Cristo. Un vínculo amoroso en el matrimonio no incluye tan sólo el esposo y la esposa. El vínculo con su cónyuge es por medio de Dios: esposo-Dios-esposa y esposa-Dios-esposo. El hecho de apagar el Espíritu de Dios, el cual nos capacita por medio de Cristo para tener acceso a Dios, puede destruir el vínculo matrimonial espiritual.
Las personas con problemas matrimoniales que se ven tentadas a renunciar a todo harían bien en considerar lo anterior. Todos nosotros debemos buscar a Dios. Debemos controlarnos a nosotros mismos. Quizá, sí quizá, por el asombroso poder de Dios, podemos cambiar y ganar a nuestros cónyuges por medio de nuestra conducta piadosa (1 Pedro 3:1). Siendo que el vínculo matrimonial es un reflejo del matrimonio de Cristo con la iglesia, ¿no vale la pena hacer otro esfuerzo por salvarlo?
-Greg Sargent
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Alienación: definición: estado del sujeto durante el cual está fuera de si mismo, volviéndose extraño con respeCto de la realidad a la que pertenece" (la causa de la alienación es al parecer el sistema basado en la propiedad privada, y la absoluta ausencia de valores genuinos).
Buscar la justicia es obedecer COMO lo hacía Jesús : Quienes se rehusan a obedecer COMO Él lo hacía [exceptuando circuncidarse y sacrificar animales para Dios], ponen en duda su método y lo hacen mentiroso. [Juan 3:36 (La Biblia de las Américas) 36: El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.]
Si quieres que Dios te oiga, escucha Y ENSAYA primero lo que Dios dice, pues Él habló primero, y si quieres escuchar lo que te falta oir, Escucha y practica lo que YA te dijo.
Si una enseñanza se puede practicar de dos formas diferentes; un creyente genuino practicará la que es MÁS CONSECUENTE O QUE CONCUERDA MÁS con la actuación del Cordero; exceptuando circuncidarse o sacrificar animales para Dios.
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